RUBOR
La calma de mi espera me acuna en silencio
dejando que la nada me oculte los sueños,
mojadas las verdades del verso infinito
que lanza beso al mar que no tiene dueño.
Que dulce la marea, que calma la espera
que firme el pensamiento que en ti busca el
mar
sintiendo que tus besos al fin llegaran
a lomos de caricias de amor y verdad.
Y al fin, caída la noche, de luna prendida,
tu mano roza el viento de dulce bondad
distancias que me traen sin yo haber buscado
la eterna confianza y amor de verdad.
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