MIS MARISMAS
AZULES.
Siempre, siempre, navegaré por mis marismas azules.
Siempre me recogeré en esas acogedoras arenas, las que me vieron crecer.
Siempre a su vera, aun sin estar, estaré. Y con los años pasados, con los
momentos vividos, con nostalgia mirare esos Rocios ya pasados, y los que no
viviré. Aun sin estar, cada año, comienza y se termina allá por pentecostés. Y
en su rostro buscaré las respuestas a preguntas que nunca descubriré. Cuanto
pude haber llorado al ver renuncias pasadas, caminos abandonados, y lunes sin aquel
beso que sobre el hombro noté. Cuanto seguiré llorando, al ver que en Pentecostés,
mi cuerpo vuelve a faltarte, aun con el alma a tus pies. Los años siguen
pasando, y nunca me acostumbre. Y allá por pentecostés, yo te seguiré extrañando,
me perderé en mis marismas, con ellos me encontrare, y sentiré el dulce beso
sobre mi hombro otra vez. Siempre será mis Rocíos el verte al amanecer, el
despedirme despacio al llegar la noche oscura, y sentir la compañía brindando
por los ausentes que te sacan en las andas de nubes y bambalinas. Muchos son
los que quisieran, hasta tus plantas llegar, pero los años ya pesan, para otros
los trabajos, para algunos evitar, y para otros pereza para poder explicar lo
que se siente agarrado a tus rejas de bondad. Pasan los años, Pastora, y no
necesito estar, me engaño con mil excusas, pero al final, es verdad, y en tus
marismas azules, a las que un día llegaré, se que mi padre te reza y que con el
cargaré. Alla por Pentecostés, comienza y termina el año, y aunque mi cuerpo no
este, se que mi alma Almonteña buscará ese dulce beso sobre mi hombro otra vez
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